Sería absurdo poner en duda lo importante que es la salud para cualquier persona. Un viejo proverbio árabe dice: aquel que tenga salud tiene esperanza; y aquel con esperanza, lo tiene todo. En estos años de pandemia estas palabras parecen haber adquirido más relevancia si cabe.
La salud es tan importante para las personas, que nuestra Constitución la recoge en su artículo 43 como un derecho de los ciudadanos. Pero más allá de que sea un derecho legal, la salud es un verdadero tesoro personal para cada uno de nosotros.
Una buena salud es necesaria para mejorar la calidad general de vida de una persona. Una mejor calidad de vida nos lleva sin ninguna duda a un aumento de nuestro rendimiento y eficiencia en general, permitiéndonos un mejor control sobre nuestra propia vida.
Hoy en día la salud se ve desde una perspectiva holística, desde un punto de vista integral, muy ligado a su vez a la propia concepción integral de la persona, de tal forma, que permita un equilibrio de sus necesidades con los recursos sanitarios disponibles. Así, la Organización Mundial de la Salud define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Pero si bien es cierto que la salud va más allá de la ausencia de enfermedades, no es menos cierto que la existencia en un país de una buena red sanitaria pública y privada es fundamental para velar por la salud de los ciudadanos, especialmente cuando aquella se ha perdido. No es entendible el desarrollo de una sociedad sin un buen sistema sanitario

España cuenta con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Siempre se ha dicho que nuestra sanidad es la “gran joya de la corona” del estado del bienestar. Este sistema sanitario es en buena medida el “culpable” de que seamos unos de los países del mundo con mayor esperanza de vida. El Estado Español garantiza a sus ciudadanos un acceso universal a unos servicios sanitarios adecuados, no en vano como decía antes, la salud es un derecho reconocido constitucionalmente.
Contar como contamos con un magnífico sistema sanitario, hace que España sea uno de los países del mundo que más recursos públicos y privados destina a la salud. Del orden de un 9% de nuestro Producto Interior Bruto va destinado a sanidad.
El modelo de éxito que es el sistema sanitario español no sería entendible sin la sanidad privada. En nuestro país la sanidad privada complementa perfectamente a sistema público de salud. Nuestra sanidad privada no solamente es de una altísima calidad, sino que permite aliviar el tensionado sistema público al aligerar la carga sobre sus centros de salud y hospitales. El sector privado atiende a unos usuarios que no necesitarán hacer uso de los recursos públicos, de modo que los dejarán libres para otras personas que también los puedan necesitar.
Por otro lado, las listas de espera para operaciones que por desgracia son tan largas en la sanidad pública, se ven en muchos casos descongestionadas por la sanidad privada, bien porque es la propia sanidad pública la que los deriva a centros privados o bien por el propio funcionamientos de éstos que ya cuentan de por sí con listas de espera más reducidas.

Pero los centros de sanidad privada no solamente aligeran al sistema público de carga de trabajo, sino que también permiten al Estado reducir el coste sanitario que pagamos todos los españoles vía impuestos. Los pacientes que la sanidad privada atiende, son pacientes que no tienen que ser atendidos por la sanidad pública.
En resumen, la salud es uno de nuestros bienes más preciados desde el punto de vista personal, pero también como sociedad. Es difícil que un país funcione bien si sus ciudadanos no gozan de buena salud. El sistema sanitario español, tanto el sistema público como las compañías privadas, se encarga de velar por nuestra salud. Ambos son necesarios y complementarios y de ambos podemos sentirnos orgullosos pues son uno de los grandes privilegios de los que disponemos.
No lo olvidemos, no se echa de menos la salud hasta que se pierde y como bien decía Gandhi: Es la salud el bien más preciado y no el oro o la plata. Además, si crees que tener salud sale caro, prueba la enfermedad.